“Me niego a ser un pretendiente en línea, me niego a ser un
gran admirador del tiempo. Donde, ¿a dónde vas por la noche?. ¿Hay algo más dulce
que verte? ¿Es esto un sueño donde creo que también me gustas? ¡Es verdad!” (EEEKS,
Howlin’ Teen Wolfe)
Recién este año me puse a ver la película “Alta Fidelidad”
del 2001 donde podemos ver a un John Cusack confundido a causa de todas las
relaciones amorosas por las cuales ha pasado siendo él un melómano obsesivo
dueño de su propia tienda de discos (Difícil de creer que pase esto pase en la realidad).
Obviamente lo que me atrajo a la película fue lo último, su relación con la
música.
Me pareció épica la escena cuando Rob Gordon se dispone a
grabar un cassette con 5 canciones para regalársela a alguien y en donde él
comenta al público lo especial que esto resulta (“usas la poesía del otro para
expresar lo que sientes”). Obviamente este hábito ya se perdió en la actualidad
gracias al diabólico Spotify, que ahora nos permite hacer una playlist de 40
canciones en menos de 1 minuto.
Pero todavía hay gente nostálgica, no por nada el cassette está
teniendo un nuevo auge impresionante al finalizar esta década. Cada vez hay más
personas que les gusta volver al pasado, que compran el vinilo de un artista
cuando hace 2 meses que el disco ya estuvo filtrado en la web o que prefieren
tener un reproductor de cassette porque únicamente les parece más romántico ver
como una cinta física se va desplazando mientras suena tu canción favorita.
Es por eso que también están surgiendo las “bandas
nostálgicas”, las que complacen precisamente a la gente que piensa y se
mantiene firme en que la música del pasado, incluyendo su forma de consumir, no
debe morir. En nuestro país esta “ideología” se está haciendo bastante fuerte
por parte de las agrupaciones alternativas que van surgiendo, quizás también
para motivar de nuevo la compra de materiales físicos que aquí siempre se
volvió un trabajo demasiado difícil. Unos de los estandartes de esta nueva ola
son, como no, los EEEKS.
Aquellos mismos que el año pasado hicieran furor su cassette
“Pet City” y lo convirtieran en el mejor álbum nacional del 2017 para este blog, con su propuesta de pop psicodélico sesentero refrescante. El
quinteto asunceno liderado por Aaron Emery se convirtió en una sensación a poco
tiempo de la salida de aquel su material debút, sonando en las radios, tocando
en varios festivales de nuestro país, como también, dando conciertos por los
Estados Unidos. Pero no tuvieron tiempo para quedarse a descansar en
los laureles luego de lo cosechado, una vez en Norteamérica
decidieron quedarse allí para ver que podían aprender del país donde casi toda
la música popular dio sus primeros pasos.
En esos meses, firmaron con un sello canadiense llamado “Pink
Haze Records” y con las ideas frescas en la mente se pusieron manos a la obra
para grabar de manera rápida ya su segundo álbum de "Oracle" en honor al rancho en donde el grupo pasó mayor parte de su estadía en norteamérica. El trabajo contaría con el mismo productor de “Pet City”, Austin Owen
(Productor que gana, no se cambia).
Surgió la pregunta ¿Se vendrán con un nuevo estilo tan pronto? Bueno, luego de dos
adelantos uno totalmente diferente a otro, todo indicaba que por lo menos una
evolución estaba por verse, más aún cuando ahora se animaban a salir en la
portada del disco, vestidos con un toque campirano, sosteniendo instrumentos y
parodiando la carátula del debut de “Love”, banda psicodélica americana.
Esa incertidumbre que tanto nos hizo comernos las uñas llegó
a su fin el 7 de mayo, cuando el disco llegó a todas las plataformas digitales
y los que estábamos atentos a la llegada le dimos play apenas apareció. ¿Mi primera percepción? Una decepción total. Canciones que me
parecieron un más de lo mismo a excepción de los singles, que por supuesto que sonaban
diferentes al resto. Quedé inmutado, el disco anterior fue un hit instantáneo,
este no lo parecía, pero tranquilos todavía las esperanzas se mantenían
intactas, posiblemente no encontraba los ganchos, así que decidí darle el
tiempo que se merecía.
Lo que me di cuenta era que los adelantos (Howlin’ Teen
Wolfe y Ye Olde) eran unos desviadores tremendos de la atención, parecía que con
ellos la banda se rendiría a los gustos modernos y ya estaba preparado para eso
mentalmente, pero “Oracle” (nombre que también viene de “oráculo”, personas que hablan
con dioses y espíritus) no es otra cosa que el otro homenaje que les faltaba a
los EEEKS a la música sesentera, considerada la mejor década de la música.
Si “Pet City” tenía más predominancia del sintetizador, este
trabajo se rinde ante las guitarras sonando un poco más folk y hasta por momentos puntuales más americanos que
britanicos como se les tildó en su debut. Los estribillos juguetones, los
cambios repentinos y los homenajes a The Beatles, eso sí, siguen allí.
Poco a poco escuchando más el trabajo fui entendiendo que
estuve equivocado prejuzgando su calidad. También decir que es
un disco donde la banda no experimentó sería un error, hay canciones que
sorprenden, y para mi gusto, Ana Díaz, la baterista y segunda al micrófono es la
encargada de dar la nota en ese aspecto en las canciones que participa, que simplemente son geniales (Tengan cuidado, que huele a futuro material solista para
ella, su talento es innegable).
Sin más introducciones vamos a la música. La apertura se da
con un golpe, es uno como si te dieran para que entres en conexión inmediata
con el disco (Algo así dijo Bruce Springsteen cuando oyó por primera ver “Like
A Rolling Stone”) y con la pista inicial titulada “Freaky Chums” de un riff
guitarrero para agitar la cabeza de un lado a otro sin parar. Es una pieza de
varios “movimientos” que por momentos nos recuerdan a The Byrds o a Mamas &
The Papas y que cierra con un final coral que resulta muy “chusco”.
Le sigue “Dishwasher’s Delight” de un estupendo riff de
guitarra que va creciendo hasta estallar en el clásico “beat” del grupo donde
en los estribillos predominan las palmadas y los coros “beatlicos”. Es la más
continuista con su trabajo anterior, el sintetizador vuelve a aparecer para
darle ese aroma sesentero inconfundible.
“Going Home” toma un piano de cantina del oeste para una
balada sobre escapar lejos de casa. Es entretenida y vuelve a tener ganchos
poperos que agradan, pero el oído ya nos pide otra cosa en ese momento. Al rescate
llegan unas misteriosas líneas de sintetizador, luego un compás bailable que no
es otra cosa que un homenaje al sonido de Wham!, aquella banda juvenil del
fallecido George Michael. “Holwin’ Teen Wolfe” es una pista que quiebra el
sonido del disco, pasamos de los 60’s a loa 80’s en segundos, estamos en
la dancefloor y no nos queda otra cosa que bailar mientras de fondo suena una canción sobre trata sobre
¿la droga?. Bueno, como sea.
Casi unida tenemos a la mejor canción del disco, “Ye Olde” un tema con
letras difíciles de comprender, pero no hay problema con ello, es el ritmo casi a lo Devo o David Byrne, uno que se roba al instante tu corazón. Es tan pegajosa que no pararas de repartirla
mientras vas caminando por la calle y es tan moderna que encajaría en cualquier
playlist indie del 2018. Su video también es una obra de arte.
Evidentemente la parte media es la mejor del disco, cierra
este triunvirato sagrado “I'll Be Crying” un tema que tranquilamente podríamos
escuchar en la voz del Adrián Dargelos más folkie, aunque no sé si en inglés. Iniciándose
con un riff a lo Pete Townshend y finalizando con algo de barroquismo emocionante
es el encanto en toda su extensión. Por otro lado tenemos a “Overthinking” y no
sé si es el primer dúo vocal como tal de la banda pero suena genial, al
principio parece una canción de The Pretenders pero va mutando nuevamente hacia
el surf rock, las raíces de la banda. Un señal clara de la
intención de evolucionar y de lo aprendido en estos meses.
Y tenía que aparecer nomas Ariel Pink como influencia nuevamente, no hay caso. “Part
Time Job” si bien es una mezcolanza de la época de The Kinks o The Animals
(¿Incluimos a The Doors por los teclados?) te remite obligadamente a Rosenberg, pues es el hombre que se encargó de revivir el estilo lo-fi retro de los 60’s,
70’s, 80’s en el rock de esta década. Al terminar este track luego de un
inquietante fade out tenemos sorpresivamente un reprise de “Ye Olde” que no se
fue del todo había sido, que detallazo, cuando ya la estábamos superando.
“Don’t Fade Away” entrando en la recta final nos trae de
vuelta a más de 50 años después a los Beatles de Rubber Soul en un himno con
alto sonido británico. Es una canción muy linda que habla sobre las buenas
cosas y las buenas personas que nunca deben irse de nuestras vidas. La vibras
que transmite son de un nuevo comienzo, especial para un día de playa con los
amigos.
Y como broche de oro tenemos a la hippie “Sensibois” en voz
de Ana Díaz que como toda una Nico paraguya y acompañada por momentos por la voz un infante, nos habla sobre lo bello que es la vida y el mundo que nos rodea. Las guitarras
acústicas sonando de esa manera nos recuerdan que no por nada la portada estuvo
inspirada por Love, y el ambiente de paz es como si la fiesta en el desierto ya
se hubiera acabado. Es como una canción de cuna que termina sorprendida por un
destello de platillos y percusiones para caminar alegres y tomados de las manos.
Asi termina “Oracle” el segundo trabajo de EEEKS que sigue
fiel al sonido que lo llevó al reconocimiento, pues como venía diciendo, ellos
nos son una banda que buscan el número uno en las listas de éxitos o el
beneplácito de la crítica, son unos nostálgicos cuya labor es seguir firmes su ideales
musicales (que principalmente se encuentra en revivir la música de los 60´s) para complacer a la gente compraría sus
materiales con el fin de reproducirlos en su hogar y tener una especie de
contacto emocional con su música, como antes ocurría.
El material es disfrutable, no hay mucho riesgo él, pero si
pequeños acercamientos hacia estilos todavía no explorados por el quinteto como
el folk, el synth pop, el rockabilly o el pop barroco. Quizás estemos hablando
de un disco de transición (o un re-debut) hacia una nueva etapa (la pista final
nos deja con mucha intriga sobre lo que podría venir), recién pasó un año del último
trabajo y todavía es difícil que queramos un cambio radical, así que lo que
hicieron con este disco es lo correcto .
Un álbum muy bueno, más no excelente o que por lo menos se acerque a la calidad de futuro clásico que significó el LP anterior, que eso sí, confirma a los EEEKS como la banda más en forma de
nuestro país y que tiene algunas de las mejores canciones que hayan escrito.
Por ende, a álbumes del año.
Puntaje del disco
1. Freaky Chums (8)
2. Dishwasher’s Delight (8)
3. Going Home (7)
4. Howlin’ Teen Wolfe (9)
5. Ye Olde (9,5)
6. I'll Be Crying (8,5)
7. Overthinking (7,5)
8. Part Time Job (7)
9. Don’t Fade Away (7)
10. Sensibois (7,5)
Especial para: Tenerlo en físico y escucharlo en la comodidad de tu sala mientras te tomas un café.